Artículo con la colaboración de Ana Lucas y publicado en República


Como aclara la psicóloga Ana Lucas, directora de Psico-salud, “para muchos padres es difícil entender que su hijo no disfruta con algo divertido para la mayoría, y por este motivo pueden caer en el error de obligarle a realizar una tarea que el pequeño ni acepta, ni entiende”.
Por rebeldía, timidez, falta de autoestima o miedo al ridículo, incluso “por la propia personalidad incipiente de un menor, con sus propios gustos, el niño puede rechazar disfrazarse cuando el resto lo hace. No hay nada de extraño en ello, ni un problema subyacente que revele una personalidad antisocial. Todo lo contrario. “Es una opción”, insiste la experta.
Los padres deben respetar al niño, y decirle frases del tipo: “por qué si le gusta a todos, te van a ver como un bicho raro” o “eres el único de la clase que no va disfrazado” para fomentar que el niño se disfrace, no sólo no le ayudan sino que le van a generar malestar, como sí lo bueno fuera disfrazarse y lo demás estuviera mal. Nunca hay que poner en evidencia al pequeño y menos obligarlo o castigarlo. Es más, es una buena oportunidad para ejercer el refuerzo positivo: si no te gusta, lo respeto y estoy contigo.
El miedo es otro factor a tener en cuenta. “Muchos pequeños se asustan de los disfraces y más de los utilizados en Halloween. Por este motivo hay que explicarles la diferencia entre realidad y ficción, calmar su angustia….”
La ‘fiesta de los muertos’ es para disfrutar para muchos, cada niño la goza a su manera y debemos reforzar su individualidad respetando su decisión sin cuestionarla.